A veces pienso que deberĂa hablarte como si nada,
como si lo del âte amoâ como si el boom de mis sentimientos y miedos
 nunca hubiera pasado,
como si no me hubiera quedado con el pecho vuelto trizas.
ReĂrme ahĂ, de cualquier bobada,
preguntåndote cómo vas, qué has hecho,
y ambas creyendo que todo es normal,
que lo mĂo ya sano, que aĂșn hay tiempo.
Pero no, este maldito desastre me oprime mĂĄs que nunca.
Crees que lo sabes, bueno lo intuirĂĄs.
pero es otra cosa:
es un vacĂo que no se llena con nada,
es un animal que muere cada vez que sonrĂo de mĂĄs,
es un reloj que atrasa y sin embargo nunca se detiene.
Y pienso: ¿qué pasa si me quedo?,
si sigo estando ahĂ, en tu vida,
como si no me doliera respirar el mismo aire.
Hacer de cuenta que somos dos personas cualquiera,
dos desconocidos que se cruzan y dicen cosas triviales,
como si en medio de esas frases neutras no se escuchara
ese enorme silencio donde todavĂa vive mi confesiĂłn.
PodrĂa hablarte de cosas simples,
del clima, de un chisme, de la calle llena,
y tĂș te ries tranquila.
Yo, en cambio, me muerdo las palabras,
trago rencor, trago nervios, trago ganas,
Y yo callarĂa, como callan los que saben demasiado,
como callan los que ya sangraron y ahora esconden las cicatrices.
Pero estĂĄ la otra opciĂłn, la que da miedo:
decir otra vez que ya lo sabes y no quisiste contestar,
quedarme otra vez temblando,
expuesto,
ridĂcula,
destrozada.
Y quĂ© ironĂa, seguir dudando entre callar o hablar
cuando de todas formas ambas duelen mĂĄs que cualquier palabra.