De senctute — sentíame yo el más vetusto de todos. Y si es que
con la edad se cosecha la sabiduría, yo era, en ese sentido, el menos
anciano de todos. Mas aún se me echaban los años encima. Mi espalda
peregrina, y sobrábame el bastón, lucero y hasta las botas y las sandalias,
cargaba sobre mi todo ese tiempo que hubo pasado. Que no es menos
importante que aquél venidero. Porque vendrá. Mis manos portaban
arena mojada, que no se corría entre ellas, y mis palmas marrón machado
del suelo arcilloso. Crear era una de las pocas cosas que hacía, si es que
hacía algo. Bueno para nada. Anda y creer. Creer lo más que podía. De
hecho creía todo. No me atenía nada más que a la creencia, pues mis
actos, si bien aún se pretendían y tenían de modelo al Salvador, carecían
de acción directa. Hacer y pensar es lo mismo. Así como lo mismo es
saber que degustar. Con el hambre es con lo que creo y mi apetito
aunque escaso, destaca por su hambruna. Rugen las tripas de este
deshuesado cuerpo. Rechinan los dientes crujen. Crujen barbaridad. No
soy santo, aunque lo pretenda, y tal lo fuere si creyera más. Pecador
quedaré, hereje incluso. Y seguiré creyendo. En todo. De la Iglesia al
Hades. Porque Dios está hasta en la Gahena. Luz.
Tranquileaban las mañanas de septiembre como nunca hubiéronlo
hecho. Centelleaba un algo luminoso en el cielo de mi cuarto. Yo
zampaba, lleno de hambre, las vistas del techo, y entre los tablones y el
polvo, entro los requebrajones de la madera del suelo del piso de arriba,
asomaba cierta mano de no sé quién. Algo inusual, diríase con verdad.
La mano habló. “Vamos a edificarnos una ciudad y una torre, cuya
cúspide toque los cielos y nos haga famosos, por si tenemos que
dividirnos por la haz de la tierra.” Y de la mano bajó un gota de agua.
Septiembre se hacia de rogar, y al tiempo que el frío no llegaba las
durezas de los pies se amontonaban. Anhelaba ver las hojas en el suelo.
Y la torre se construyó de bitumen, así sus murallas de igual manera.
Coreaban los pardales.
En verdad si alguien quisiera leer el resto (esto es el final) estaria encantado de enviárselo, incluso intercambiar textos, no lo sé.